jueves, 27 de diciembre de 2012

Tu arte

Escribo, escribo y escribo, aunque no tenga nada que decir. Es como una necesidad. Es como querer dejar alguna huella. No es egoísmo, es la alegría de compartir, es así como aprendo. Recuerdo que cuando, alguna vez, he vivido un maravilloso momento a solas, hubiera sido perfecto  si lo hubiese podido compartir. La soledad es necesaria para elaborar todo aquello que nos llega y nos impregna, es natural. Pero de nada sirve si no es compartido. Escribir es mi manera de hacerlo. No digo grandes cosas, ni me gustan los adornos, ni tampoco tengo memoria para describir detalles de lo que veo. Sólo sé escribir sobre lo que siento. Es como si todo lo que llega a mí, por mi experiencia o por lo que experimento cuando siento, se quedara en mi interior y, dependiendo de la intensidad o lo capacitada que esté, en ese momento, volviera a salir, en minutos, horas, semanas, meses o años. Pero aquello que sale es mío, lleva mis genes. Es como crear o parir.
No hay nada mejor como hablar sola. Es una sensación de liberación infantil. Pero lo más, es cuando lo sigues haciendo al crecer y madurar buscando la fórmula para poderlo expresar y compartir. Yo pienso que si eso se consigue, se transforma en un arte. Ya sea pintando, escribiendo, interpretando, fotografiando,cantando, componiendo, etc. Canalizas tus vivencias, en este mundo, interpretando tu realidad y compartiendo lo aprendido a través de lo que sabes hacer, tu arte. El arte es como una medicina natural que sana las heridas producidas en nuestro interior. Todas las personas poseemos una habilidad natural, cuya función es curarnos de los daños emocionales. Cuando se expresan, utilizando esa habilidad innata y se comparten, es que nos vamos curando porque la hemos descubierto. El arte nos hace crecer y superarnos.


lunes, 17 de diciembre de 2012

De la Estación del Dolor a la Estación de las Esperanzas.

Hace algo más de un año, todo se me derrumbó. Mi vida dejó de tener sentido. Nada me servía porque todo en lo que creía y amaba había sido mentira. Oscuridad era lo único que veía. Miedo lo único que sentía. Rabia, decepción, impotencia y abuso lo que me destruía. Pasé de ser una mujer conflictiva, de emociones desproporcionadas, diferente y rara, a ser una niña castigada, culpabilizada y víctima de una situación de total abuso en todos los sentidos. Una niña herida y con la muerte pisándole los talones, su eterna amiga.
Hace algo más de un año, sentí un dolor lejano, pero que vino a mí, así, de repente. No entendía nada de lo que me estaba pasando. Asustada, dolida y rabiosa, como una loba herida, me escondí en mi casa. Nada me aliviaba. Odiaba a determinadas personas de una forma cruel y sin medida, pero yo sentía que era justo y natural ese sentimiento. Si la justicia existiera de verdad, no la inventada por esta sociedad, esas personas a las que odiaba, y aún las odio con algo menos de intensidad, deberían cumplir una condena. Aún así, después de algo más de un año, he entendido que no seré yo quien las juzgue y condene, será la Naturaleza, la que me cuida, quien lo haga. Y no disfrutaré cuando lo vea, por una sencilla razón, porque amé y confié en cada una de ellas. Y ese amor no me lo destruirán, no fue mentira. Por eso, me subí y empecé en La Estación del Dolor y quiero llegar y bajarme en La Estación de las Esperanzas para verla crecer.
Sé que la paciencia es el camino. La resistencia es el bastón en donde me apoyo para levantarme. El amor es la fuerza que me sale, de forma natural, y me empuja para seguir adelante. La tristeza es la luz que me ilumina en la oscuridad. El miedo es mi alarma, mi amigo. La muertes es mi vida, mi amiga. El enfado y la rabia son mis medicinas. El coraje es quien me ha mantenido viva. Y mi alegría es la que me espera al final.
La capitana del barco al que me subo cada miércoles, me diría: Todo aquello que usaste para sobrevivir, es válido, guste o no, porque te salvó la vida y te hizo llegar hasta aquí, a la Esperanza.


lunes, 10 de diciembre de 2012

La casa donde habito y vivo.

Hoy, día 8 de Diciembre, me he levantado especialmente triste. He tenido un sueño que me ha dejado tocada, muy tocada, casi hundida. Me he despertado, sin muchas ganas, y lo primero que he pensado  es que era el cumpleaños de mi sobrino, Andrés, el Santo de la Inmaculada y Fiesta. Lo primero que he hecho, una vez que he desayunado, ha sido felicitar a mi sobrino, ya es mayor de edad. Un poco más tarde entro en facebook y leo el estado de un amigo. Lo que ha escrito me conmueve de una manera intensa y profunda y me hace sentir una envidia sana, a pesar de todo, por el amor auténtico y sincero hacia una persona de nombre, Inmaculada. Mis ojos se han nublado amenazando lluvia. Han sido dos momentos, en esta mañana, en donde he visto, que no sentido, mucho amor. Mi sobrino cumple años al lado de su padre, mi hermano, que sufre y padece una grave enfermedad en el hospital. Y mi amigo, de facebook, echa de menos a la persona amada el día de su Santo. Mi sueño, que no lo voy a compartir, era como un grito desesperado por sentirme querida, aceptada y amada como mi sobrino siente por su padre y mi amigo por su Inmaculada.
He salido a la calle y he cerrado mi casa. Cuando iba andando y pensando en mi sueño, en mi sobrino y en mi amigo, me he preguntado: Tú sientes un amor así?. Lo primero que se me ha venido a la cabeza ha sido mi casa, mis cosas, mi lugar, mi sitio. Cuando entro en mi casa, en la que vivo y habito ahora (he vivido en muchas), siento calor, que me acoge y cada cosa que hay en ella me hace sentir segura. Es como si me hablara y me dijera: tranquila, ya estás en casa. Cada rincón, puerta y ventana, mi suelo, mis sábanas y mi ropa, me amaran, me aceptaran y yo a ellas. Le hablo, y cada vez que salgo y cierro la puerta, la miro y le digo: cuídate que tengo que volver. Lo que quiero decir, es que yo no siento nada parecido al amor de mi sobrino y al de mi amigo, en este momento, y tampoco creo que alguien lo haya sentido por mí, aunque siempre lo haya deseado. Pero sí está mi casa que, de alguna manera, me hace sentir así. Cada cosa que hay en ella la acaricio, la mimo, la cuido. Es como si no quisiera hacerle daño. Si algo se rompe, sufro como si algo se rompiera en mí. Le hablo y la escucho. A veces siento que mi casa me da mucho más amor que las personas. Mis libros, mis cuadernos, mi ordenador, los toco, los miro y los siento míos. Si alguien los usa es como si abusaran de mí. Mi casa me cuida igual que la cuido yo. He vivido en muchas a lo largo de mi vida, pero nunca había sentido lo que siento por y en ésta. Me pueden llamar egoísta, quizá lo sea. Me dicen que sólo pienso en mí, quizá sea verdad. Pero yo sé que lo único que intento es sobrevivir.