Me gusta escribir
Descubrí, hace
tiempo, que escribiendo podía transformar mis sentimientos y mis emociones en
algo creativo, expresando lo que sentía a través de mis escritos. Escribir es
como mi mano amiga. Y mi boli y mi cuaderno mis aliados y compañeros en esta
andadura que es mi vida.
Disfruto mucho cuando escribo
sobre mí. Sobre aquello que me impresiona y necesito plasmar en un papel. Al
hacerlo, me libero. Por ejemplo: mis sueños, algún acontecimiento que me pasa o
veo, recuerdos, etc.
Al llegar a este
taller, mi concepto sobre lo que es escribir ha cambiado, un poco, en positivo,
por supuesto. Aquí, estoy aprendiendo a salir fuera de mí, y me gusta. Y escribir
se está convirtiendo en una aventura en la imaginación que la materializo al
contarla. Es como magia, algo aparece o desaparece cuando yo quiero.
No me da pereza escribir, al contrario, me entusiasma y me produce
bienestar. Llevo años con el hábito de escribir todos los días, lo que sea,
aunque parezca una tontería. Carmen Martín Gaite, en su libro Nubosidad
Variable, dice: “Deja de ser una tontería lo que se cuenta con ganas”. De eso
se trata.
Para mí, escribir, es no olvidar. Las palabras se las lleva el viento,
lo que se escribe, no. Escribir es como grabar. Necesito, de vez en cuando,
volver atrás para saber donde me encuentro. Escribir me ayuda a organizar mi
mente, mis pensamientos, mis ideas, etc. Escribir me pone frenos y límites.
Escribir me salvó cuando andaba perdida. Escribir es el espejo donde puedo
mirarme aceptando la imagen que veo. Escribir es el camino que me lleva al
encuentro conmigo misma. Escribir me libera. Escribir me reafirma. Escribir me
ayuda a tomar conciencia del mundo que me rodea. Escribir, para mí, es una
necesidad. Escribo para dejar algún legado o herencia.
Mis textos, o mis escritos, son
cortos y breves, como pequeños relatos, donde expreso lo que siento y me
emociona. Interpreto, de manera muy subjetiva, una realidad, una idea, un
suceso, un tema, un recuerdo, etc. Son textos muy íntimos. Normalmente, escribo por las mañanas,
es cuando más inspirada estoy. Eso sí, necesito tranquilidad y silencio.
Cuando escribo, mis estados de ánimo son variables, ¡he pasado por
todos!. Al crearme el hábito de escribir todos los días, puedo hacerlo
contenta, enfadada, triste, emocionada, cuando me pongo a ello y dependiendo de
mi estado así es lo que escribo. Lo hago por impulsos y, no siempre tienen
relación entre sí. Suelto una idea que, luego, me puede servir para, por
ejemplo, un relato concreto. Mi lugar de inspiración es la cocina. Es una
costumbre que tomé, hace tiempo, porque era el lugar donde estaba más
tranquila. Siempre procuro tener una mesa en ella. Me levanto temprano,
desayuno, saco a mi perro y, cuando vuelvo, me siento en la cocina, donde
siempre tengo cuaderno y boli, y me pongo a escribir. Lo hago de inmediato, sin
darle demasiadas vueltas. Luego, cuando me pongo a ordenar el texto, a
corregirlo, y a esas cosas, me pueden surgir más ideas. Y, entonces, sí, le doy
vueltas.
Mis primeras nociones e
impresiones, siempre las escribo a mano. Luego, utilizo el ordenador para irles
dando forma, e incluso, profundizar algo más en ellas. También lo uso para
repasar y corregir. Lo hago siempre y mucho. El diccionario, sobre todo, el de
sinónimos y antónimos, para mí, es imprescindible. Y, dependiendo del tema, leo
obras relacionadas con él y acudo a la ayuda de tutoriales por internet. Busco
e indago mucho antes de desarrollar algo que haya escrito o vaya a escribir. Casi siempre, me siento satisfecha de lo que escribo, porque es algo que
surge de mí y lo valoro.
Si me preguntan cuáles son mis
puntos fuertes y débiles como autora, sería difícil de responder. Creo que todo
lo que escribo está cargado de experiencia. De alguna manera, lo he vivido o
lo he sentido. Son reflexiones sobre situaciones determinadas y mi forma de
enfrentarme a ellas. Quizá, ese sea mi punto fuerte. Mi punto débil, es que
todo lo que escribo está demasiado ligado a mí. En el taller, estoy aprendiendo,
como ya he dicho, a salir fuera. Está haciendo que descubra nuevas formas y
maneras de expresar y comunicar a través de la escritura. Y, no sólo eso, me
estoy dando cuenta, desde que asisto a él, de que puedo escribir sobre temas
que yo, nunca, hubiera pensado que lo haría. Porque saber escribir no nos hace
escritoras o escritores. Este bello oficio, como tantos otros, hay que
aprenderlo para poderlo llevar a cabo. Aquí, con María y mis colegas, podría
mejorar mi estilo de escribir y acercarme a esa bonita palabra, escritora. La
veo lejos, pero espero y deseo, al menos, rozarla.
No sé cómo me gusta escribir, es algo que tendré que descubrir,
escribiendo. Al ser sólo una aprendiz, tengo por delante un gran mundo de
posibilidades por explorar que, todavía, me pueden sorprender. Nunca he
publicado nada, pero lo que he leído, en estas tres sesiones que llevo
asistiendo a este taller, parece que ha gustado. Me han aplaudido y todo
(aunque aplaudir, lo hacemos siempre, es nuestra manera de motivarnos). Cuando
alguien ha leído algo mío, muy pocas veces, me señala mi experiencia. He vivido
intensamente y eso se refleja en lo que escribo. Pero, también, es verdad, que
muchas frases no expresan, exactamente, lo que quiero decir, ¡me lío!.
Tengo
conciencia de que debo trabajarme mucho mi ortografía. Aunque, no soy
complicada en lo que digo, soy, más bien, directa y sencilla, al menos, es lo
que pretendo y deseo. De ahí, la importancia de la corrección gramatical. Sin
ella, muchos escritos no tendrían sentido ni se conseguiría su objetivo
principal, comunicar. Por eso, en corregir es donde más tiempo invierto y tardo
al escribir. Y, aún así, siempre hay algún fallo. Echar la idea, se puede
decir, es lo más fácil y rápido. Darle forma y sentido es lo que más trabajo
tiene. Publicar algo implica una gran responsabilidad. Por lo que, la
corrección gramatical, es fundamental.
La lectura es un proceso inverso al de escribir, aunque ambos se
retroalimentan, casi se necesitan. La lectura nutre y alimenta nuestro
pensamiento y nuestro espíritu. Enriquece nuestro interior y abre nuestra mente
en una conversación íntima. Dicen que leer nos hace sentir que no estamos a
solas. La lectura puede ayudarte a ponerte en el lugar de otra persona. Para
mí, la compañía más fiel y en la que más confío, y he confiado, durante toda mi
vida, son los libros. Leo todos los días, siempre que puedo. Leer es muy
importante para quien quiere escribir. Sobre todo, porque leyendo se aprende
este bello oficio. Conocer a escritores y escritoras, saber cómo trabajan y
desarrollan sus ideas, es parte fundamental de este aprendizaje. Además, amplía
nuestro vocabulario, requisito necesario para proyectar, lo que sea, en un
papel. También asisto al club de lectura de la Biblioteca, en donde estoy
descubriendo autores y autoras que desconocía. En estos momentos, tengo dos
libros entre manos, Mendoza y Muñoz Molina. Más todo lo que me queda por leer
para poder crecer y progresar en mis escritos de manera, más o menos,
aceptable, en este taller. Y, para poder conseguirlo, es de necesaria urgencia
continuar con él.