miércoles, 3 de diciembre de 2014

La Soledad

No todas las soledades son iguales, depende de las personas que la han conocido. No todas la vivimos y sentimos de la misma manera. Así la vivo, la siento y la entiendo yo:

La soledad siempre está, aunque se huya de ella. Es la sombra que siempre te acompaña, tu propia sombra. La soledad es tu reflejo en la realidad donde te mueves, tu contexto. La soledad es como tu ángel de la guarda, te hace especial, diferente y única. La soledad nunca te deja, nunca te abandona y, muchas veces, es tu única oportunidad. La soledad te acompaña desde que existes, desde el momento en el que naces. No es tangible, pero se ve, como la sombra. La soledad proyecta tu imagen, la de fuera, y es la que no te miente y la que te indica la postura en la que realmente te encuentras. A la soledad no se le puede engañar. La soledad te delata y te enfrenta a tu realidad. La soledad es obediente y fiel. Ella hace lo que tú haces y va donde tú vas. Para la soledad no existe el tiempo, es más, lo para para tí. La soledad unas veces te sigue por detrás, otras se te adelanta y otras estará de tu lado. La soledad es el cordón umbilical que te une a tí misma. Al nacer, nos cortan el que nos mantuvo vivas durante nueve meses, el maternal. Y es cuando aparece el de la soledad.. Por eso, la soledad siempre nos recordará nuestra procedencia e identidad original. Sólo en soledad nos podemos comunicar con nosotras mismas. La soledad nos respeta y es nuestro nexo con la naturaleza. La soledad nos lleva a descubrir el maravilloso mundo que hay en nuestro interior. La soledad siempre está callada y atenta a escuchar aquello que le quieras contar. No juzga ni aconseja, ofreciéndote el medio para oír y escuchar tu propia voz sin interferencias. La soledad te hace trascender tu realidad y, como todo aquello que nos eleva, puede producir adicción. La soledad nunca es vacío o ausencia. La soledad no es echar de menos, ni siquiera se acerca a la pérdida. Ella no tiene ninguna responsabilidad en estos acontecimientos, todo lo contrario, ella es la única que nos acompaña y está ahí para aliviar nuestro dolor. Ella no huye de ese sentimiento, porque su misión es hacernos ver y recordarnos que, a pesar de todo, seguimos vivas y que nuestra vida es tan importante como aquella que echamos de menos o hemos perdido. La soledad cura y te permite crecer. La soledad propicia y facilita la creación.
Para mí, lo mejor de la soledad o lo que yo he descubierto al aceptarla y darle su lugar, es que me hace sentir fuerte, valiosa, alegre y segura. Con ella estoy a salvo y me trato bien. La Soledad es regresar a casa, a tu hogar. En soledad encuentras tu lugar, al único que perteneces y en el que te encontrarás. En la soledad no existe el miedo a nada ni a nadie, porque si algo o alguien hubiera en ella, dejaría de existir para dejar paso a lo demás. Nunca pensé que la soledad pudiera dar y ofrecer. que te acerque a la autenticidad y que te haga llegar, de vez en cuando, a cierta coherencia. La soledad es un estado al que hay que acudir con cierta frecuencia. La soledad es natural y forma parte de nuestra vida.





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