sábado, 3 de enero de 2015

Dictadura emocional.

Cuando leo lo que escribo, siento como si no hubiera sido yo quien lo ha hecho. Mis pensamientos van por un lado y mis adicciones a determinadas emociones, por otro. Esa adicción interfiere, nubla y distorsiona lo que pienso. Esas adicciones son los hábitos superficiales que nos adiestran y marcan  para el deber ser. Nuestro cerebro no recuerda, sólo registra y almacena imágenes. Son nuestros sentidos los que captan, desde fuera, aquellos estímulos externos que elegimos. Y nuestras emociones pulsan la tecla para que el cerebro muestre la imagen correspondiente. Si no existe, la registra como una información nueva. Las sensaciones son externas y producidas por los sentidos. Las emociones se asocian a las imágenes registradas, pero los sentidos no tienen porqué. Ellos captan estímulos externos y las emociones seleccionan lo registrado en el cerebro. Cuando las emociones se adiccionan a determinados estímulos, siempre los van a escoger, formando, de esa manera, nuestra realidad. Las emociones son las que tienen el poder, las que mandan. Eligen el estímulo que quieren y ordenan al cerebro a mostrar la imagen holográfica correspondiente. Sólo el sexto sentido, la espiritualidad, rompe esa dictadura emocional. Es el sentido común, el que nos conecta con todo. Es ese tercer ojo que traspasará la realidad establecida. Somos máquinas perfectas, si aprendemos a usarla y dirigirla, seremos libres. La espiritualidad está conectada con la Naturaleza. La espiritualidad te libera de las adicciones emocionales, ofreciendo infinitas posibilidades. Pensar no es lo que el cerebro hace, almacenar y registrar. Pensar es descubrir, esperar y meditar sobre las experiencias vividas y llevarlas a la consciencia, que es, junto a lo espiritual y natural, nuestro sentido o razón de ser y existir. Sólo tomando conciencia podremos cambiar, abortando la dictadura emocional que nos esclaviza con sus adicciones establecidas por una realidad impuesta y manipuladora, utilizando el castigo y la culpa a nuestras emociones, como hacen algunas religiones. Por lo que hay que abrirse a la experiencia, tomando consciencia de ella sin adicciones, hábitos o creencias.

Nunca se me olvidará cuando fuí a una psicóloga, muy conocida en Sevilla y hasta con un programa de radio y televisión dirigido a mujeres, para confesar el abuso que sufrí siendo una niña. Ella me dijo que veía mucha televisión y que era algo que me había inventado en base a ello. Un buen ejemplo de adicción, hábitos y creencias, por parte de ella, por supuesto.


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