jueves, 8 de enero de 2015

Un balcón natural.

Seis de Enero de 2015, día de Reyes y de la Ilusión.

Ayer, volví a dar un paseo por el pueblo. Lo voy conociendo poco a poco e intentando recordar. No es muy grande, pero no tengo prisa y quiero ir descubriendo cada lugar. Está situado en una pequeña colina, por lo que sus calles suben y bajan. Para lo pequeño que es, tiene muchas iglesias y hermandades rocieras, es un pueblo muy creyente y devoto del rocío. Por sus calles lo mismo van los coches, los perros, los caballos y las personas. No hay semáforos, pero sí muchos pasos de cebra. Tres supermercados, un chino y dos ferreterías. Muchas fruterías, pescaderías y, sobre todo, pastelerías. Es un pueblo aferrado a costumbres y tradiciones, muy limpio y cuidado. Hay algo en él que me ha llamado la atención, su gente. No son ni muy curiosas ni hacen caso a lo que les viene de fuera. No diría que son poco acogedoras, igual es que son muy respetuosas. En donde vivo, pueden pasar días en que no nos veamos unas personas con otras. Es un pueblo muy de estar en casa, protegiendo todo lo que ocurre dentro. Tiene guardia civil, policía local, un enorme colegio y un instituto, ayuntamiento y una casa de la cultura preciosa, pero que siempre está cerrada. Antes he dicho que estaba situado sobre una colina y, pensándolo bien, se asemeja a una especie de balcón que si te asomas a él, ves el corredor verde, el río Guadiamar, mi casa y la Estación. Ayer lo descubrí, y al verlo, después de más de 50 años, en mi cabeza empezaron a aflorar y a moverse las piezas del puzzle queriendo encajar. Yo estaba asomada al balcón y sentía como si hubiera vuelto de otro mundo y lo que veía abajo fuera el que un día dejé. Un mundo más pequeño, pero más real, auténtico y verdadero. Aún existía y seguía en pie, como esperando mi vuelta y lo pudiera reconocer. Mi casa estaba allí, tapiada y cerrada, como la gente de este pueblo, a un kilómetro de él y a medio de La Estación. ni muy aislada ni muy cercana, a la distancia justa y en el lugar adecuado para que ocurriera. También me llamó la atención que yo recordaba dos palmeras delante de mi casa- en este pueblo hay muchas- y son cuatro. Dos de ellas quemadas y las otras dos resistiendo. No quería irme de ese balcón, para así seguir observando lo que, en otro tiempo, fué mi vida. Era como si quisiera volver a vivir allí para empezar de nuevo, dándome una segunda oportunidad. Siento como que estar cerca de este lugar fuera lo que tengo que hacer. De lo que no estoy segura, es de si sólo es para observar o para intervenir por si hay algún misterio que resolver. Asomada a ese balcón natural, pensé que cuando yo vivía allí se me podía observar desde arriba, pero si yo alzaba la vista queriendo ver el pueblo, lo único que veía eran las cuatro palmeras de delante de mi casa. Mirando ese paisaje tan singular y familiar, me provocó un deseo intenso de mudarme aún más cerca de él. Me imaginaba en una casa con esas vistas y así mis ojos siempre lo podrían ver. No sé el porqué, pero es como un imán colocado en mis recuerdos, de ese tiempo, y me dice: ven, acércate. Unas veces voy corriendo y otras me paro y observo desde arriba. Si sé que es algo que yo conozco y he vivido, pero cuánto más me acerco, tengo la intuición de quedarme atrapada en él. Por otro lado, recuerdo cuando mi madre me decía que todo me lo inventaba-nunca me llamó mentirosa- como fruto de mi imaginación. Aunque yo sabía y tenía la certeza, que era fruto de mi intuición.

Fotos de este pueblo.



El lado que no se ve en esta foto es el balcón :)








Las vistas desde el balcón natural.

2 comentarios:

  1. Por las fotos parece un pueblo muy bonito. Espero que el cómputo general de tus sensaciones sea positivo.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. En ello estoy, Némesis. Y sí, es un pueblo bonito, tranquilo y callado :). Un saludo y gracias!

      Eliminar